sábado, 28 de febrero de 2009

Consumismo

Actualmente, gracias al calentamiento global, se habla todo el tiempo de ahorros y usos racionales de los recursos. Eso es consecuencia directa de nuestro modo de vida consumista y yo con frecuencia pienso en eso. En ésta ocasión les propongo una serie de reflexiones sobre el consumismo y las evidencias diarias de cómo actuamos a favor del mismo.

Contra la naturaleza
Una de las cosas más curiosas es la promoción de productos desinfectantes cada vez más poderosos. Ignoran que nuestro contacto permanente con las bacterias nos mantienen vivos, que el objetivo de desinfectar sólo tiene pertinencia cuando esas bacterias o gérmenes amenazan la vida, que es un caso excepcional realmente o por lo menos no tan común como lo pintan en los comerciales -con muñecos horripilantes y tal. Los organismos que tenemos en nuestros intestinos nos alimentan y las tenemos desde la boca, pasando por el estómago y llegando al colon, lo mismo sucede de los animales que consumimos como las vacas.

Ofertas
También me causa mucha inquietud, la forma en que las campañas publicitarias nos convencen de que ¡ahorramos dinero cuando gastamos más!, es decir, si compras más de lo que necesites te damos un descuento, pero a veces nos centran tanto en el dinero supuesto dinero ahorrado que nos olvidamos de varias cosas: 1) no era lo que queríamos originalmente, 2) probablemente sea más de lo que podemos o queremos consumir y 3) estamos gastando más dinero del presupuestado. Increíble que ninguna de estas cosas se considere cuando compramos. Sobra decir que si nos preocupa la presión que ejerce nuestro consumo sobre los recursos naturales -renovables y no renovable- no deberíamos consumir innecesariamente.

Informática
Infortunadamente, la informática es una de las cosas más consumistas que alimentan nuestro modo de vida tan inconsciente. Cada año, las compañías de software nos convencen de que las capacidades del nuevo software son tan sofisticadas que tenemos que migrar... ¡pero ya! y testigo de eso es el afán en que caemos de tener el último gadget sin siquiera saber qué vamos a hacer con sus aplicaciones. Por alguna razón todos terminamos con sofisticadas aplicaciones que no se pueden ejecutar bien en los PCs que solíamos tener, pero ... ¡finalmente seguimos haciendo las mismas tareas que hacíamos con las aplicaciones viejas! No digo que no se deba mejorar, pero ejercemos una presión con productos contanimantes -muchos circuitos generan alta contaminación con productos tóxicos y dependen de mafias en países en desarrollo como Africa- y todo sin que realmente hayan cambiado las tareas que cotidianamente hacemos, en otras palabras la velocidad en que migramos de aplicaciones no se corresponde con la velocidad en que cambiamos las costumbres de trabajo. Nuestro trabajo fundamentalmente no cambia -cambia poco a poco- y las aplicaciones nuevas no aportan mucho más que más exigencias para el hardware. Actualmente y como sucede regularmente, el hardware es mucho más capaz que el software pero aún así, el hardware sigue mejorando y nosotros comprando sin justificación. Lo anterior también aplica para los aparatos tecnológicos como los celulares, donde el consumismo es mucho peor.

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